3 de enero de 2017

Capitulo I. 1.991. (Primera parte)

-“¡NO ME INTERESA! No puedo con esta situación” – Dilas Séllica gritaba. Su saliva salía enfurecida de su boca, mientras una cantidad generosa comenzaba a acumularse en la comisura, haciendo que se viese como un verdadero perro rabioso.
-“Te va a escuchar, por favor” – un sollozo reprimido de su esposa Thaly reafirmó la súplica.
- “Nunca me dijiste que así serian las cosas, jamás me lo contaste”.- respondió tratando de bajar la voz
-         “No tenía manera de saberlo. ¿Cre- Crees que no te lo hubiese dicho? yo no...” – La voz de Thaly se apagaba momentáneamente, su intento de explicación no salía de su garganta
Pese a eso, Dilas no cedía.
-  “Ya basta con todas esas mentiras y estupideces ¡TU. ME. MIENTES! Tenías que saberlo; Tenías que saber en lo que ella se convertiría”.
- “Ella no se ha convertido en nada, por lo que sabemos puede ser simplemente.”.
Dilas la interrumpió con una voz calmada, cargada de una súplica escondida
-          “¿Simplemente qué?”
Reinó el silencio en la habitación. Dilas imploraba su explicación, una esperanza que solo sacara de la oscuridad donde se encontraba sumergido, pero Thaly no podía darle ninguna luz que lo rescatara. Ella en el fondo de su corazón, deseaba decirle a Dilas lo que él quería escuchar, pensaba más rápido de lo que podía explicar, y no era nada fácil explicar aquello. Sus palabras se amontonaban en su cabeza, unas encima de otras, tratando de armar frases, párrafos que lo llenaran de paz. Si, mentirle, era lo que estaba intentando hacer, pero después de tantas mentiras durante tanto tiempo su yo interno desechaba inmediatamente la posibilidad de hacerlo, al final estaba cansada de las mentiras y los engaños.
Sin embargo cuando vio su cara contraída con el desespero, su frente perlada de sudor y sus mejillas húmedas de lágrimas, no sabía si de tristeza o de rabia, después de tanto tiempo ya no sabía distinguirlas, Thaly  respiró profundo y abandonó todas sus creencias de honestidad y verdad una vez más. Intentó contagiarle sus esperanzas, comprar un poco más de tiempo, tal como lo había hecho antes.
-       “Tenemos que esperar. Dilas por favor, veamos cómo se desenvuelven las cosas.
Tomó las manos de Dilas pese a su reticencia y subió lentamente por los brazos sintiendo el cosquilleo de sus bellos en la punta de sus dedos; acarició los codos, ásperos después de tanto sol; llegó a sus hombros, cuadrados, altos, fornidos, esos que tanto tiempo la hicieron sentir segura, y allí con los hombros de él sosteniéndole sus manos, como no lo hacían desde hace tanto tiempo, susurró lanzando su aliento cálido sobre su rostro:
- “Por favor Dilas”
Tras un segundo un asomo de dudas cruzó por la vista de Dilas, sus músculos se relajaron,  sus ojos perdieron su vida animal, y recobraron la humanidad, su rostro perdió tensión y cuando pensó que lo había conseguido su semblante se endureció con rapidez.
-       “Suéltame. No me toques”- Se agitó debajo de sus manos. Thaly retiró sus intenciones inmediatamente-  “¿Crees que no sé lo que haces?. Sé muy bien que me manipulas; juegas con mi mente; haces que olvide, pero ya no más. Ya son muchos años Thaly y ya basta, no puedo con esto más tiempo; está acabando conmigo”.
Thaly podía sentir el dolor que lo embargaba, casi palparlo en el ambiente. Dilas estaba perdiendo la cordura justo allí delante de ella y no había nada que pudiese hacer. Y tan grande era su amor por él, que no podía permitírselo, aunque eso implicara apartarse de él.
Con sus brazos caídos a ambos lados del cuerpo, y una pesadez en el estomago, Thaly supo que no había más que hacer, no había nada que decir, no había tiempo que comprar. Todos los años vividos con Dilas acabaron en ese momento. Era cierto que ella lo manipulaba, pero pensaba, estaba segura, que lo hacía por su bien, que era la felicidad final lo que conseguirían, pero en ese momento, cuando lo vio a los ojos no se vio reflejada en Dilas, y fue entonces cuando entendió que estaba alargando la situación, pero no porque pensara en Samantha, esa pequeña niña fruto del amor tan intenso entre ambos, estaba alargando hacerse cargo de la inevitable verdad: Dilas ya no la amaba, y sus manipulaciones y sus evasivas solo hicieron que el poco amor que quedaba, se acabara.
Finalmente Dilas sentenció: - “Aléjate de mí y llévate a tu hija contigo”.
A Thaly le dolió esa frase más que nada, notó la cólera en el “TU”, sintió el rechazo de la paternidad, escuchó los 10 años de matrimonio quebrarse, y paladeo el inicio de la soledad. Sabiendo que no había nada que pudiera decir, insistió en salvar algo de amor paternal para Samantha rogando que algún día ella pudiera perdonar sus errores de mujer, que la dejó sin padre, sin familia.
- “Nos iremos, pero tienes que entender que no es culpa de Samantha, ella es y seguirá siendo siempre tu hija”.
-       “No, ella no es mi hija. Ella… Eso no salió de mí”.
-       “Dilas...”-
Pero él ya se estaba dando vuelta dirigiéndose al estudio, donde dormía desde hace más de seis meses. Trancó la puerta con tanta fuerza que los cuadros y fotografías de la pared temblaron. Una de ellas rodó al pisó sin que Thaly reaccionara a tiempo para evitarlo. El cristal se agrieto en múltiples brazos, distorsionando las caras de felicidad de la pareja de recién casados con una pequeña niña de cachetes regordetes y rosados que se empeñaba en querer agarrar a quien tomaba la foto.

Y así, sin una palabra más, ni un grito más, después de noches enteras, días, meses y años, cesaron las peleas en el pequeño apartamento de la Calle Saint Raph.

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