6 de enero de 2017

Capítulo 2. La familia Adams (Primera Parte)

Samantha estaba acurrucada en una esquina de la habitación, la más alejada a la puerta, la más distante a la pared del cuarto de sus padres, y la más cercana a la ventana por donde se filtraban lejanos ruidos de la noche, algunos carros, los maullidos distantes de los gatos y uno que otro perro, quizás respondiendo la conversación de un ladrido anterior.
Por más que intentara no escuchar, por más que quisiera entretenerse con sus pinturas, siempre acababa escuchando los gritos de sus padres, como si la persiguieran a las profundidades de su subconsciencia, donde intenta refugiarse y protegerse contra las palabras hirientes que llegaban flotando hasta ella.
Desesperada, soltó el marcador con el cual repasaba trazos libros en su cuaderno, tapó sus oídos con sus manos, cerró con fuerza sus ojos y comenzó a tararear una canción, cualquiera, sin ritmo alguno. Sin embargo, y pese a todos sus esfuerzos escuchó con claridad cuando Dilas dijo que ella no era su hija y que ella, su madre, debía tomar a su hija, e irse. Ese “tu hija” retumbó en sus oídos como el golpeteo de su corazón, rápido, contundente, innegable.
Su cuerpo vibró junto con las ventanas cuando Dilas salió de la habitación y trancó la puerta con violencia. Samantha siempre sabía, e incluso sentía, cuando su mamá estaba llorando.
Cuando las discusiones comenzaban y terminaban temprano, Thaly esperaba siempre unos minutos antes de ir a ver a Samantha a su habitación, minutos que Samantha sabía que eran para calmarse, para lavarse las lagrimas de la cara, y para que se le deshincharan un poco los ojos, todo, obviamente, resultando en un fracaso absoluto de Thaly de fingir que nada había pasado o peor, que todo estaba bien.
Esa noche, mientras escuchaba por primera vez a su mamá llorar, comenzó a llover.
Samantha contuvo las lágrimas todo lo que pudo, el mundo no necesitaba más llanto en ese momento. “tu hija” seguía retumbando en su pecho, abriéndose un camino muy doloroso hasta los confines de su ser.
Solo tendría unos minutos para aparentar normalidad antes de que Thaly entrara, así que levantó y recogió los colores y el marcador, dejándolos perfectamente acomodados en su mesa. Se subió en la cama, se arropó el cuerpo mientras escuchaba los pasos de su mamá acercándose, y abrazó a Paquito, su pequeño oso de peluche.
Los pasos de su mamá se frenaron justo en la puerta, podía ver la luz entrecortada por debajo de la puerta. Contó los segundos únicamente para mantener alejadas las lágrimas y tragar el nudo doloroso que sentía en la garganta. Con cada respiro se concentraba en calmar las palpitaciones de su corazón. “¿Tendrían que irse?. Seis Misisipi. Su papá no podía estar hablando en serio. Siete Misisipi. ¿A dónde irían?”. Ocho Misisipi.
Sus pensamientos se vieron interrumpido cuando Thaly entró en la habitación; Samantha no pudo disimular lo suficientemente bien esta vez, se sentía como un libro abierto, donde su mamá podía leer todas sus dudas. Se subió la sabana hasta el cuello en un intento infantil de tapar su roto corazón. Sin embargo en cuanto Thaly vio sus ojos enrojecidos, el ceño fruncido y la forma como se mordía sus labios en una fina línea, supo que lo había escuchado todo y hasta podía intuir lo que estaba pensando.
Con pasos suaves se acercó a la cama y se arrodilló al lado de la cama, sus ojos quedaron a la altura de los de Samantha. Le acarició el cabello y después de suspiro profundo le dijo:
- Quiero que escuches muy bien. Algún día entenderás mejor todo esto, te lo prometo, pero hoy te pido por favor, por favor, no odies a tu padre. El también algún día entenderá todo, y necesitaré que los 2 puedan recuperar el tiempo que hoy él… que las circunstancias ha decidido que pierdan. ¿Entiendes eso?
Samantha estudió el rostro de su mamá antes de responder. ¿Qué lo entendiera? ¿Qué no lo odiara? Si su sangre comenzaba a hervir en su interior. "Tu hija”.
- Si. - ¿qué más podía decirle?, ver a  su madre allí, arrodillada a su lado, con sus imperdibles ojos negros penetrando su alma, escuchar su suplica gesticulada en ese rostro hinchado y mojado por las lagrimas. - No lo odio mamá. – Lo que no le dijo a su mamá es que podría volver a llamarlo papá nunca más.
- Bien – dijo su mamá con una tímida y forzada sonrisa- ahora Sami, necesito que recojas todas tus cosas, empaca lo más indispensable en tu bolso y pon las otras cosas sobre la cama que las guardaré en mi maleta. Lo que no te quepa y que te quieras llevar, no te preocupes, lo mandaremos a buscar, pero por los momentos toma lo estrictamente necesario para una semana o dos. Yo iré a llamar a tus abuelos.
Thaly se levantó secándose las lágrimas con una mano y secando las de Samantha con la otra. Samantha se sorprendió por el contacto porque no sabía que había estado llorando mientras su mamá le hablaba. Thaly le acarició una vez más el cabello, tomó aire para armarse de valor, levantó su rostro y se aferró al poco orgullo que le quedaba. Con la frente en alto abrió la puerta y salió del cuarto.

En ese momento dejó de llover.

No hay comentarios: